Somos, porque cambiamos
Juan Pablo Gasser ∙ 10 min de lectura

La idea del cambio siempre se ha visto envuelta por cierto romanticismo. Desde tiempos muy antiguos, el ser humano, con cierta ingenuidad necesaria para progresar, ha necesitado creer que 'todo es posible', afirmando por ende que el cambio es parte de la vida. Con el objetivo de dotar de cierto nivel de significado a la vida, y de mirar al futuro con algo de optimismo, la idea reinante del pensamiento capitalista, al menos en la cultura occidental, es que nosotros somos dueños de nuestro destino, y que podemos modificar nuestro futuro con base en nuestro propio 'mérito'. Sin embargo, existe una postura antagonista desde hace miles de años, que afirma que el cambio no existe, y que nuestra vida está escrita desde antes de nacer, a través de nuestro destino. Vamos a revisar de manera general las ideas históricas de dos grandes pensadores: Parménides y Heráclito, con el objetivo de resolver una pregunta muy antigua, que ha sido fuente de discusión desde hace miles de años: ¿el cambio existe?
Comenzando por Parménides, vamos a revisar sus principales argumentos, para comprender a grandes razgos sus grandes columnas de pensamiento. Luego de esto, vamos a hacer una deconstrucción de su argumento metafísico, de la mano de algunas líneas de pensamiento de Heráclito, para concluir que el cambio sí es posible. Por último, vamos a analizar muchas similitudes que existen entre ambos pensadores, a pesar de lo contra intuitivo que pueda aparentar esto en primera instancia.
Parménides basa gran parte de su postura referente al cambio, con base en la idea de lo que 'es', objetando que “lo que es, sin entrar en detalles del significado de esto, no puede estar en movimiento, cambiar, perecer, carecer de uniformidad, y así sucesivamente”. Con esto en mente, Parménides plantea la base de su postura, concluyendo que no existen términos medios y por ende, solo debemos tomar en cuenta lo que 'es'; por lo tanto, el cambio no existe, ya que en su esencia, nada puede cambiar porque nada nuevo se puede generar. Ahora bien, Parménides fue un racionalista, y siempre nos invitó a pensar de manera lógica, sin guiarnos por nuestros sentidos, y utilizando el conocimiento que hemos ido adquiriendo en los últimos siglos, hoy en día sabemos que a pesar de que la materia no puede ser destruida o creada, puede ser transformada, y es gracias a esta transformación a nivel sub- atómico que lo que 'es', puede seguir 'siendo'. Elementos, seres vivos, construcciones, y básicamente todo lo que existe en nuestra realidad, se mantiene gracias al cambio que experimentan cada día; con base en esto, podemos complementar el argumento de Parménides. Si partimos de la idea de que solo podemos utilizar lo que 'es', y hacemos una modificación al argumento al agregarle una nueva variable, podemos concluir que lo que 'es', existe y se mantiene gracias al movimiento constante que se da a nivel sub-atómico, y siguiendo con el argumento de Parménides, solo podemos 'usar' lo que 'es'. Por ende, es gracias a este cambio incesante, que podemos sostener que algo 'es'.
Heráclito, por su lado, es reconocido por su línea de pensamiento del 'flujo constante', a primera vista diametralmente opuesto a lo que plantea Parménides con su idea del cambio. El mensaje de Heráclito puede interpretarse de diversas maneras, pero podemos concluir que “no es que todas las cosas están cambiando y por ende no las podemos encontrar dos veces, si no que el mensaje es mucho más sutil y profundo. Muchas cosas se mantienen igual, gracias al cambio.” Con esto en mente, se plantea la idea de que todo está realmente cambiando; quizás no nos damos cuenta, debido al nivel de detalle que necesitaríamos para percatarnos de lo que está sucediendo alrededor, pero el cambio existe, y es gracias a este cambio que todo parece permanecer fijo. “Los ríos pueden permanecer iguales a lo largo del tiempo aunque, o incluso porque, las aguas cambian”.
Al mismo tiempo, Heráclito sostenía y creía en la existencia de una única verdad inmutable, el logos, el único elemento inalterable que no esta sujeto a ningún tipo de cambio. Fuera de esta idea, la idea del constante flujo también está presente en su postura, entendiendo que el balance del plano en el que existimos es solo posible gracias a que cada cambio presenta una reacción igual y opuesta, similar a ideas más convencionales como el 'Yin y el Yang', en la cultura oriental, o incluso el concepto del Péndulo de Hegel, presentando la necesidad del constante contraste de ideas opuestas para poder seguir avanzando como sociedad.
Ahora bien, Parménides nos afirma que la realidad es la que ‘es’, y que esta seguirá siendo la misma para siempre, haciendo referencia a que 'es' o 'no es' al mismo tiempo, Heráclito nos plantea la idea de que gracias al cambio constante, la realidad 'existe', o 'es'. El fuego, por nombrar un ejemplo burdo, se mantiene como elemento gracias a la alteración a nivel molecular que sufre. Con esto en mente, podemos hallar una gran similitud en los argumentos centrales de los dos pensadores; ambos coinciden en que nuestra existencia es real y puede ser utilizada y ambos hablan de verdades inalterables, la diferencia radica en la postura complementaria de Heráclito, concluyendo que gracias al cambio es que cualquier elemento, entidad, objeto o cosa, 'es'.
A título personal, creo que el planteamiento del flujo constante es la mejor manera de entender nuestra realidad. Probablemente nuestra esencia como individuos, es decir, nuestros valores, costumbres, creencias, etc. Se mantienen inalterables a lo largo de los años, ya que al fin y al cabo esta serie de elementos son los que constituyen nuestra personalidad, y por ende, quienes somos como seres humanos. Sin embargo, sería muy osado argumentar que no hemos cambiado ninguna postura, opinión, pensamiento en todos los años que llevamos de vida. Probablemente nuestra postura entorno a las redes sociales ha cambiado en los últimos 10 años, seguramente nuestra postura entorno al consumo de tabaco ha cambiado en los últimos 20 años; y este tipo de cambios, por más banales que puedan parecer, son evidencia indiscutible de que existe una modificación en nuestra manera de entender lo que nos rodea. Y así como nuestra sustancia como personas puede no verse alterada a lo largo de los años, es gracias a estos cambios en el día a día, que mantenemos nuestra esencia.
A modo de cierre, podemos observar que a pesar de que la narrativa popular coloca a Heráclito y a Parménides como antagonistas, la realidad es que sus ideas con respecto al cambio no estaban tan lejanas como pareciese a primera vista; a pesar de que uno afirma que el cambio no es posible, mientras que el otro sostiene que absolutamente todo está en movimiento, podemos darnos cuenta de que la idea entorno a lo que 'son' las cosas, tiene ciertas similitudes. Ahora bien, vale la pena mencionar que debido a la noción final que sostiene este texto, apuntando que el cambio es la fuente de todo, podemos dotar de un sentido real a nuestra existencia en este plano que habitamos. Afirmar que el cambio no existe, nos situaría en una situación peligrosa, puesto que al apoyar esta postura, estaríamos muy cerca de la corriente determinista: ¿si no es posible cambiar, para qué molestarse?
Si consideramos que el cambio no existe, estaríamos moviéndonos en la dirección del determinismo, que nos llevaría a plantearnos la pregunta de la responsabilidad social que tenemos como seres humanos, e incluso preguntarnos si tenemos la obligación moral de hacer un esfuerzo por vivir en sociedad, con el respeto como bandera de la misma. Si consideramos al determinismo como corriente válida, en tal caso debemos asumir que esta noción es incompatible con la idea de libre albredío, y por ende, resignar nuestra existencia a una serie de fenómenos elegidos cientos de miles de años antes de nuestra concepción como seres humanos.
Por fortuna, la postura de Heráclito nos enseña que el movimiento constante es una ley inalterable del universo, la cual podemos observar constantemente a nuestro alrededor, y es gracias a esta noción que la tesis del determinismo radical, donde no somos dueños de absolutamente nada, es rechazada. Con este planteamiento en mente, nos vemos situados en una realidad donde somos, al menos a un nivel muy básico, amos de nuestro destino. No podemos discutir que las condiciones con las que nacemos definen de manera muy profunda nuestra vida, donde por ejemplo un perro que nace como mascota en el seno de una familia de nivel socio-económico alto, indiscutiblemente va a tener inmensamente más probabilidades de vivir una vida mucho más digna que un perro que nace junto con otros 8 hermanos, en el basurero de un país tercermundista. Sin embargo, el extremo determinista que sostiene que independientemente de lo que hagamos, no tenemos la capacidad de alterar ni en un 1% nuestra suerte, va en contra del planteamiento del flujo constante. Así podamos modificar nuestro rumbo en ese minúsculo 1% mencionado con anterioridad, ya estaríamos avalando la tesis del cambio constante, y por consecuencia, convirtiéndonos en dueños, en parte, de nuestro camino.
En definitiva, considero apropiado resaltar la postura racionalista de Parménides, y particularmente destacar su postura de que solo puede ser utilizado aquello que es, ya que vivimos en un mundo donde las apariencias, los engaños y las formas son mucho más importantes que la esencia y el fondo de cualquier tema. Es primordial recalcar que no podemos dejarnos engañar por aquello que pretende 'ser', pero no 'es' ya sea a través de fake news, falsos profetas en el entorno político, emprendedores sociales que solo buscan maximizar ganancias, o incluso ideas fascistas pintadas de progresistas. El cambio es una constante, pero es gracias a este cambio que podemos determinar que las cosas 'son' o 'no son', y en un mundo donde todo avanza a una velocidad inimaginable hace tan solo décadas, es importante mantener nuestra habilidad de distinguir entre extremos: lo que está bien en contraste con lo que está mal, el amor contrario al odio y la vida humana por encima del dinero. El cambio es lo que hace posible esta distinción, y es gracias a ideas tan antiguas como las de Heráclito, que podemos concluir que somos, porque cambiamos.

Bibliografía
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