La causa final aristotélica y la oportunidad de cambio como camino para alcanzar el eudaimonia
Jorge Valenzuela ∙ 10 min de lectura
En este ensayo voy a explicar las cuatro causas aristotélicas y ejemplificarlas bajo un fenómeno natural que todos conocemos. Dicho ejemplo permitirá también definir en la segunda sección lo que es sustancia y cambio para Aristóteles. Posteriormente, en la tercera sección, se hará distinción entre los seres naturales y no naturales, así como los vivos y los no vivos, y como las cuatro causas no se cumplen en objetos que tienen una causa final externa. También se hablará de las formas de alma y los niveles de esta. En la cuarta y última sección se tratará de relacionar el nivel máximo de alma con la causa final del ser humano, como podemos perderla de vista en la actualidad y alejarnos del eudaimona, pero que, gracias a la potencialidad del cambio, podemos volver al camino de vivir con excelencia.
I. Las cuatro causas de Aristóteles.
Cualquier ser humano que tenga una pizca de curiosidad tratará de explicar la razón de ciertos fenómenos u objetos, siempre tendrá la intención de responder a la pregunta ¿por qué?, y es algo tan natural que incluso un niño insiste en conocer los porqués de las cosas. Aristóteles establece las cuatro causas con el fin de explicar las razones teóricas de las cosas. La lista de estas causas comienza en orden según la forma en que los sucesos ocurren: causa material, formal, eficiente y final.
Para responder a la pregunta ¿Por qué?, las causas responden a su vez diferentes preguntas; la causa material se puede asociar a la pregunta ¿De que está hecho?, refiriéndonos a descubrir la razón de un objeto. Para la causa formal tendríamos que cuestionarnos ¿Cómo está hecho?, la eficiente se refiere a ¿Quién lo hizo? Y la final tiene la intención de entender ¿Para qué se hizo?
Resolviendo estas preguntas aplicadas a un fenómeno natural, podríamos elegir un huracán como ejemplo. ¿De que esta hecho el huracán? (Causa material) De aire cálido y humedad. ¿Cómo está hecho? O ¿Cómo lo percibimos? (Causa formal) La forma que adopta es la de una espiral logarítmica. ¿Quién lo hizo? (Causa eficiente) Sin entrar a temas metafísicos, podemos decir que es el propio sistema terrestre quien le da origen, es decir, el planeta, el clima, las condiciones atmosféricas, etc. ¿Para qué se hizo? (Causa final) La función vital de un huracán es regular la temperatura global.
II. Sustancia y cambio.
Siguiendo con el ejemplo del huracán, podríamos también definir la sustancia. En principio, un huracán es una masa de aire cálido y humedad que por procesos físicos toma la forma que todos conocemos, es decir, existe una transformación de estado inicial de existencia de los componentes. El aire cálido y la humedad existen sin tener que desarrollar la forma de espiral logarítmica, sin embargo, un huracán, como tal, no podría existir sin los componentes iniciales. Esta independencia de existir de los componentes sin el estado de huracán es lo que los convierte en sustancia. Aristóteles responde a la pregunta ¿Qué es sustancia? Como la realidad fundamental del ser. La transformación de la sustancia a un estado diferente implica la existencia de un cambio que, según Aristóteles, requiere un sujeto (sustancia) de cambio, es decir, lo que sufre el cambio, y algo que cambie, ya sea que se adquieran o pierdan ciertas características. En este sentido, un cambio no puede producirse de la nada, no pueden nacer cosas nuevas. Esta idea nos recuerda a la primera ley de la termodinámica que establece que “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”. No es por nada que científicos como Mayer, Joule, Helmholtz, entre otros, se hayan basado en ideas de Descartes, quien a su vez tiene influencia aristotélica.
Siguiendo con la idea del cambio, Aristóteles establece que se produce en términos de actualidad y potencialidad. La sustancia actual se refiere a lo que se es en este momento y la potencialidad es la posibilidad de transformarse. Retomando el ejemplo del aire cálido y la humedad, son sustancias que están experimentando una potencialidad para convertirse en un huracán, tal vez podrían convertirse en otro tipo de fenómeno que vayan en el sentido natural de estas sustancias, es decir, no podrán experimentar un cambio hacía algo completamente diferente a su realidad. El aire caliente y la humedad no podrán cambiar a un fenómeno tectónico como un sismo.
III. Los seres vivos y el alma.
Según Kenneth, H., un ser vivo se define como “un conjunto material de organización compleja, en la que intervienen sistemas de comunicación molecular que lo relacionan internamente y con el medio ambiente en un intercambio de materia y energía de una forma ordenada, teniendo la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida que son la nutrición, la relación y la reproducción, de tal manera que los seres vivos funcionan por sí mismos sin perder su nivel estructural hasta su muerte”.
En el párrafo anterior podemos encontrar la existencia de las cuatro causas aristotélicas, causa material: las moléculas, causa formal: forma ordenada (dependiendo de la especie), causa eficiente: otro ser vivo a partir de la reproducción (que a su vez es una causa final), causa final: nutrición, relación y reproducción. Esta ultima causa es la que nos distingue de aquellos objetos no naturales, ya que la causa final es intrínseca del ser, a diferencia de “cosas” no naturales, las cuales tienen un propósito externo a si mismo, por lo que podríamos decir que carecen de una causa final. La diferencia entre seres naturales y no naturales también es identificada por Aristóteles en función de la existencia de un alma. Para el filósofo, el alma está ligada a la vida, es decir que no todos los seres naturales tienen vida, por ejemplo, las rocas. En este caso, aquellos que viven cumplen funciones básicas como comer y reproducirse, tienen alma, desde una planta, un hongo, hasta una ballena azul. Sin embargo, los seres humanos cumplimos funciones más complejas.
En este sentido, Aristóteles dice que existen diferentes niveles de alma según las capacidades del organismo. Los niveles mas altos de alma están en la capacidad de razonar, propia del ser humano. Mientras que, los niveles básicos del alma están en alimentarse, reproducirse. En todo caso, el alma puede entenderse como la causa final de los seres vivos, entonces la causa final tiene la característica de ser diferente para cada ser vivo según el nivel de alma. Estas causas finales, capacidades o propósitos, no pueden vivir independientemente de la sustancia. Se podría discutir si todos los seres vivos, según cada especie, tienen exactamente la misma causa final o esta varía en función del ser vivo. ¿Es entonces una sola alma para toda la especie o es propia del individuo?
Asumiendo que el alma es individual y no colectiva, debemos comprender que el humano esta condicionado por la época en la que ha nacido, condiciones socioeconómicas, alimentación, educación, calidad del agua, zona geográfica, entre otras características, por lo tanto, las primeras tres causas son diferentes para cada individuo, dando una causa final individual, es decir, un alma individual.
IV. Argumentación sobre la causa final del ser humano.
Si las tres primeras causas aristotélicas varían según el individuo, el alma y la causa final será especifica para cada humano. Aristóteles menciona que el razonamiento es la causa final del humano, el nivel máximo del alma ¿Pero razonar sobre qué? Razonar sobre el bien. Al final, todos los humanos buscan un estado de bienestar, de paz, de felicidad (eudaimonia) que tendrá características individuales.
Sin embargo, la individualidad del ser humano se ha llevado a niveles de egoísmo extremo, donde las decisiones que tomamos están lejos de ser orientadas a hacer el bien por si mismo, sino a la recompensa de hacer dicho bien, de tener expectativas sobre los deseos, ideales y acciones que llevamos acabo (En la ética nicomáquea, Aristóteles dice que, si buscamos algo por algo más, caeremos en una regresión infinita de deseo).
La vida se ha vuelto mas compleja, nos ha alejado de nuestro sentido natural, cada vez más superficiales e individualistas, egocéntricos y a veces sociópatas. Tomamos decisiones que tienen por objetivo la validación externa con el fin de alcanzar un estado de felicidad o satisfacción que es efímera. Resultando en un vacío interno que incrementará su tamaño y cada vez será más difícil de llenar, buscando el eudaimonia en decisiones radicales, cambios drásticos que no van en sentido de nuestra realidad, manteniendo la mente en un futuro abstracto que se aleja mientras más lo perseguimos.
Aristóteles propone que la prosperidad del alma, que supone llegar al eudaimonia, se verá desviada cuando las virtudes morales se concentren en cualquier extremo a consecuencia de una falta de racionalidad que pretende escapar del presente y buscar la felicidad en un lugar y tiempo diferente. En una falsa causa final. Platón decía que el alma contenida en el cuerpo físico se podía clasificar en tres clases, las cuales forman parte del individuo: alma racional, irascible y concupiscible, y que, para alcanzar la justicia, liberarse de la prisión del cuerpo y volver al reino de las ideas debe existir una armonía y un correcto funcionamiento entre estas 8. Siguiendo en el sentido aristotélico, la causa final o el nivel superior del alma debería estar centrado en encontrar el equilibrio, florecimiento y bienestar de las tres clases de alma que propone Platón.
La causa final debe tener la intención de alcanzar la excelencia, dejar de guiarnos por acciones secundarias que persiguen deseos externos, sencillos y vacíos. Buscar el eudaimonia y terminar con la idea de que nuestras condiciones materiales determinan o controlan nuestro estado de bienestar. De lo contrario, estaría reluciendo la superficialidad, la vanidad, la frágil forma de vida que hemos elegido vivir.
Gracias al concepto de cambio de Aristóteles, el humano tiene la puerta abierta para pensar en la potencialidad de convertirnos en una mejor versión de nosotros, que debe ir en el sentido de nuestras virtudes, capacidades y habilidades, por que la sustancia está ahí, ya es actual, solo está en espera de encontrar la oportunidad de transformarnos para alcanzar un nivel superior de alma que se traducirá en ejercer nuestras virtudes al máximo y que, separados del ego, nos permitirá hacer el bien a nosotros mismos y a quienes nos rodean.
Bibliografía
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Brown, Eric (2017). Zalta, Edward N., ed. Plato's Ethics and Politics in The Republic (Fall 2017 edición). The Stanford. Encyclopedia of Philosophy.
Platón, Timeo 44d - 70a.
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