El imperativo categórico en Hume: de la simpatía a la experiencia
Diego Alejandro Rincón Montoya ∙ 10 min de lectura
Introducción
¿Pueden acomodarse los deberes categóricos de Kant en el marco del sentimentalismo de Hume? Se podría pensar que, por su idealismo y universalidad, estamos ante dos autores cuyos postulados se complementan de manera clara y oportuna. Incluso, se podría decir que es la oportunidad para conciliar el eterno dualismo de la filosofía (razón y emoción, cuerpo y alma); sin embargo, existen barreras conceptuales y profundas que impedirían esta posible adhesión. Por un lado, un concepto tan determinante como la simpatía; por otro, un pensamiento propio acerca de la experiencia de Hume que termina de catapultar la separación de ambas propuestas.
Con lo anterior y para ser más claros, a través de este ensayo demostraré por qué los deberes categóricos de Kant no tienen cabida dentro del marco del sentimentalismo de Hume. Inicialmente, estaré comentando los planteamientos sobre ambas propuestas y qué impacto tienen dentro de la ética. Posteriormente, daré un argumento de peso a favor de la postura con base en el concepto de simpatía; esto seguido de un contraargumento basado en la buena voluntad de Kant y su posible adhesión a la propuesta sentimentalista de Hume. Asimismo, como contrapeso, un análisis y argumentación del enfoque de Hume hacia la experiencia. Finalmente, cerraré con las conclusiones y los comentarios finales de la postura.
I. Planteamientos iniciales y nociones de ética de ambos autores
Vamos a partir del entendimiento de ambos autores, su contexto y sus planteamientos iniciales, con esto se podría tener un punto de partida que más adelante ratifique si existe algún punto de encuentro entre sus posturas.
Hume tuvo diferentes fases en su pensamiento filosófico. Una de ellas más crítica, en donde demostró estar en contra de las posturas éticas de los racionalistas morales y los teóricos del amor propio. Después, a pesar de sus afinidades con el sentimentalismo de Hutcheson, no compartía el origen de la moral sentimentalista, ya que la filosofía de Hume era naturalista y apostaba por la experiencia, es decir, no partía de hipótesis ni de una cualidad original sino de la experimentación. Para Hume, las acciones sólo podían ser impulsadas por la voluntad y esta se generaba a partir de las impresiones; por lo cual, separaba las impresiones de las ideas, ya que las primeras significaban el origen y eran más vivaces y notables; mientras que las segundas solo eran una representación de las primeras. Asimismo, las impresiones se dividían en originales (sentimientos que obtenemos de nuestros cinco sentidos, placeres y dolores) y de reflexión (deseos, emociones, pasiones).
La noción de la ética de Hume (metaética) la podemos ver en profundidad en su fase constructiva, en donde demuestra cómo desde la experiencia podemos entender el carácter ideal de las personas, basado en lo que él denomina ‘el punto de vista general’. Igualmente, le da mucho valor al concepto de simpatía, dando a entender cómo por medio de lazos asociativos generamos vínculos más cercanos con unas personas que con otras. (Estas ideas las analizaremos y desarrollaremos en el punto II).
Por otro lado, Kant, desde su filosofía, distingue sensibilidad, entendimiento y razón, dándole al entendimiento y al conocimiento el valor que no le habían dado los sentimentalistas, ya que el conocimiento, según él, no es simplemente una representación de la realidad externa, sino que es una construcción de ella.
Kant propone una ética normativa, principalmente, a través del imperativo categórico, el cual es una formulación para evaluar las acciones morales desde una perspectiva universal, imparcial y racional. Las dos principales formulaciones dentro de los deberes categóricos son: “Actúa sólo según aquellos principios por los cuales puedas querer que al mismo tiempo se conviertan en leyes universales” y “No trates a los demás como un medio sino como un fin en sí mismos”. Desde estas formulaciones, se alcanza lo que para Kant hace a los seres humanos intrínsecamente valiosos: la razón y la libertad. De la misma manera como las personas tienen razón y libertad, no debes tratarlas como meros medios para tus fines.
II. Argumento: ¿cómo contrasta la simpatía de Hume con el imperativo categórico?
Uno de los conceptos fundamentales del marco del sentimentalismo de Hume es justamente la simpatía. Los seres humanos simpatizamos más con unas personas que con otras y esto sucede porque creamos lazos asociativos a partir de características físicas, de acción y de pensamiento. Partiendo de lo anterior, si creamos simpatía con ciertas personas, somos más propensos a que generemos lazos mucho más estrechos y, no menos importante, a que estemos cerca de sentir lo que estas personas sienten.
Con base en lo anterior, el concepto de simpatía en sí mismo crea una separación inmediata de los deberes categóricos, en cuanto a que, si desarrollamos con ciertas personas un lazo más fuerte que con otras, no vamos a tener la misma disposición, entendimiento, intencionalidad y, sobre todo, vivacidad hacia un trato racional. Es decir, hacia las personas con las cuales no simpatizamos, vamos a tener una respuesta mucho más débil y volátil, no sólo en términos de entendimiento, sino que nos alejamos de sus sentimientos y de su contexto, de tal forma que la posibilidad de regirnos ante ellos con una máxima normativa es poco factible.
III. Contraargumento: la buena voluntad de Kant dentro del sentimentalismo de Hume
Teniendo en cuenta que ambos autores son idealistas y están buscando dentro de sus propuestas el concepto de universalidad, ¿sería posible pensar en algún punto de encuentro entre ambos autores?, ¿qué pasa si no existe simpatía pero sí una buena voluntad? Partiendo del enfoque de Kant, en el que lo único realmente moral es la buena voluntad; y se adhiere el razonamiento de Hume, en donde la voluntad es la que moviliza nuestras acciones, se podría pensar que, a través de una buena voluntad, convivirían perfectamente los deberes categóricos con el sentimentalismo de Hume. Es decir, así existan emociones y antipatía de por medio, la buena voluntad nos haría actuar de manera ética, desde la universalidad, imparcialidad y racionalidad.
Ahora un ejemplo: estamos en un encuentro en donde concurren distintas personas; en este espacio es muy probable que seamos más amigos con unos que con otros, conversemos más con unos que con otros, tengamos una mayor afinidad con unos que con otros. En cuanto a las personas con las cuales no simpatizamos, encontramos que con una de ellas tuvimos una molestia por la manera en que se dirigía al resto y sus formas, ¿esto nos haría actuar mal frente a esta persona?, ¿podríamos actuar en contra del imperativo categórico? Si existe una buena voluntad, no. Aunque nos molesten sus actitudes y sus formas, la buena voluntad nos haría actuar de manera ética, incluso hacia esa persona; teniendo en cuenta, además, que la razón y la libertad son los valores intrínsecos de los seres humanos.
IV. Argumento: la experiencia, un tema crucial en la separación de ambas propuestas
Se podría pensar que la buena voluntad es el punto de encuentro entre ambos autores; sin embargo, se pasaría por alto aspectos determinantes: ¿dónde surge la buena voluntad?, ¿cómo funciona realmente?, ¿cuál es el origen de la voluntad en ambos autores?
Es verdad que para Hume pueden existir jerarquías a nivel de principios o teorías; es decir, se podría establecer un principio que, a su vez, sea regido por otro más grande y asimismo este, por otro más general y/o universal. Sin embargo, las explicaciones y causas de estas deben basarse completamente en la experiencia, no en el entendimiento. En este sentido, esta buena voluntad no se genera per se: en el marco del sentimentalismo de Hume viene empíricamente a través de la experiencia y, más específicamente, a través de las impresiones originales; en el caso de Kant, a través del entendimiento.
Aunque el imperativo categórico se expone como una formulación universal, lo aterrizaré con el fin de evaluar su inmersión en el marco del sentimentalismo. En este sentido, teniendo en cuenta la formulación: “respetar a otro y tratarlo como igual”, podría ser un principio que apruebe el imperativo categórico, recogiendo su universalidad, imparcialidad y racionalidad. No obstante, si ese “otro” a partir de la experiencia ha creado ciertas impresiones negativas en mí, ya sea que me haya ocasionado dolor, algún tipo de daño o simplemente encuentro en esta persona una línea de carácter que no merece respeto, será difícil sostener este principio universal en la práctica, o al menos no se podría asegurar que va a regir en todos los casos dentro de las relaciones humanas. Y con esto algo mucho más importante: la buena voluntad solo surgiría a través de un razonamiento inductivo y específico, por lo que se estaría negando de manera contundente la máxima del imperativo categórico.
La experiencia, por sí misma, está ligada a la subjetividad de las acciones, por lo cual un entendimiento de esta no debería basarse en principios universales, no se puede pensar, ni mucho menos esperar, que las personas actúen racionalmente en los diferentes estados emocionales. Adicionalmente, surgen nuevas preguntas: ¿regirse por el imperativo categórico no implica restringir nuestro crecimiento y/o potencia?, ¿qué ocurre con el no-ser en el imperativo categórico?
Conclusiones
En resumen, al intentar adherir una máxima normativa como los deberes categóricos al marco del sentimentalismo de Hume, se evidencian barreras de concepto y de foco muy profundas e insostenibles. Ni la universalidad ni el idealismo de ambos autores, ni mucho menos la buena voluntad, permiten encontrar un lazo lo suficientemente estrecho para abrazar estas dos propuestas. De hecho, la buena voluntad se convierte en una utopía cuando se retoma el foco de ambos autores, especialmente cuando se quiere entender el origen de esta.
En este sentido, queda demostrado cómo desde el concepto de simpatía de Hume se crea una primera separación de ambas propuestas, reduciendo al mínimo la vivacidad, el entendimiento y, por ende, los niveles de comprensión (en cuanto al sentimiento) hacia las personas con las cuales no simpatizamos. Asimismo, y de manera más contundente, emerge la experiencia, la cual no es solo un concepto importante sino el foco principal en la filosofía de Hume y su marco del sentimentalismo. La experiencia permite capturar diferentes impresiones sobre las personas a través de los sentidos y, a su vez, se construye una idea sobre el carácter de las mismas. A partir de allí, se puede pensar en un entendimiento, el cual ha pasado por varias fases previas (empíricas) que varían dependiendo de la experiencia.
Por último, y después de haber abordado y comprobado los argumentos, se puede asegurar que dentro del marco del sentimentalismo de Hume no hay espacio para el imperativo categórico. Si queda algún ápice de duda, que sea el propio Hume quién termine la discusión: “La razón es y solo debería ser esclava de las pasiones”.
Bibliografía
David Hume, “Essays Moral, Political, Literary” (1777)
Immanuel Kant, “¿Qué es la ilustración?”, Foro de educación “11, 2009 pp. 249-254
Michael Rohlf, “Immanuel Kant”, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2020 Edition)
William Edward Morris y Charlotte R. Brown, “David Hume”, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2020 Edition)
Definición de conceptos
Imperativo categórico: Es una manera de formular los criterios por los que cualquier acción puede pasar 3 pruebas: Universalidad, imparcialidad y racionalidad. En este sentido nos proporciona una forma de evaluar las acciones morales.
Sentimentalismo de Hume: El acceso epistemológico de una persona a las verdades morales no es principalmente a través de una facultad evidentemente mediada, como la razón. Por el contrario, se presenta a través de la experiencia y las impresiones.
Contacta al autor: diego130990@gmail.com
2 Comments
Hola! Me gustó el ensayo en general, me pareció muy conciso y claro con las ideas, además de directo y sin rodeos. Me gustaría comentar un par de detalles en los cuales creo que podría mejorar.
1) La parte III donde dices que ambos autores son idealistas me sorprendió, pues nunca he pensado en Hume como un idealista. Quizá lo mencionas en el aspecto de que ambos aspiran a un sistema filosófico casi utópico, pero en dicho caso no queda claro a mi parecer.
2) Existen un par de argumentaciones donde se toman por entendidos ciertos conceptos que no han sido expuestos previamente. Sé que se hacen los ensayos con una extensión limitada y tal vez por esta razón no has incluido una sección que los explique. Algunos ejemplos son ‘buena voluntad’, ‘razonamiento’, ‘intelecto’ y ‘punto de vista general’.
3) No comprendo bien porqué al final de la sección 4 se alza la pregunta sobre el imperativo categórico restringiendo el conocimiento, me parece que no se sigue dicha incógnita de las premisas anteriores.
De ahí, la gran diferencia de los seres humanos.