El cambio es el único constante
César Martínez ∙ 7 min de lectura
En este ensayo evaluaré críticamente los argumentos de Heráclito y Parménides con respecto al cambio. Antes de comenzar mi evaluación crítica, introduciré los argumentos que representan la parte central de su filosofía, posteriormente los contrastaré para argumentar por qué considero que el cambio sí existe.
Comenzaré presentando el argumento de Parménides, en el cual define al ser, introduce la imposibilidad del cambio y presenta las dos vías para llegar al conocimiento. Posteriormente, plasmaré mi argumento en contra de las ideas de Parménides. Seguidamente, introduciré el argumento de Heráclito, en el que presenta sus conceptos sobre el flujo universal y la unidad de los opuestos. A partir de ahí, trataré de defender su argumento, exponiendo la importancia de su filosofía en el mundo actual.
Parménides sostiene que el cambio no existe ya que solo existen dos cosas en el universo, las cuales son “lo que es/hay” y “lo que no es/hay”. “Lo que es” puede ser concebido, pensado, hablado y “lo que no es” no puede ser concebido, pensado, hablado.1 Por lo que sería inútil tratar de pensar en “lo que no es” ya que para Parménides estaríamos hablando de la nada, y la nada no existe. Al hablar de esto considero que es muy importante definir a qué se refiere Parménides con “lo que es” ya que de primera instancia podríamos pensar que se refiere a un ente (cualquier materia que está en el universo, como lo somos los seres humanos, los animales, o cualquier objeto) pero dicha interpretación sería refutada con facilidad ya que es innegable que dichos entes sufren innumerables transformaciones a través de su existencia por lo que considero que una interpretación más acertada sobre lo que Parménides define como “ser” sería una característica que compartimos todos los “entes”. Me parece muy conveniente utilizar esta interpretación ya que al lograr entenderlo de esta forma es más clara y digerible la aproximación sobre el cambio que hace Parménides.
Parménides postula que para que el cambio exista, “lo que es” necesitaría convertirse en “lo que no es”, o viceversa. Y como “lo que no es” no existe, es imposible que algo pasa de la nada a ser algo o que algo se convierta en la nada. De esto se derivan algunas características que Parménides le dio al ser, que le ayudan a complementar su argumento sobre la imposibilidad del cambio. El ser solo puede ser uno, ya que solo hay una cosa distinta al ser y es el no ser o “lo que no es”. Por lo tanto, tampoco se puede dividir. Otra característica es que es indestructible, ya que si dejara de ser se convertiría en la nada. Entonces, según Parménides, tampoco puede ser creado porque para ello tendría que haber surgido de “lo que no hay” y eso es imposible.
Es importante recalcar que Parménides implementó el uso del método deductivo al posponer que no podemos confiar en los sentidos ya que estos engañan y lo único en lo que podemos creer es en la razón.
Al establecer su argumento, Parménides plantea dos vías para llegar al conocimiento, la vía de la verdad y la vía de la opinión. La vía de la verdad es basada en la razón y solo a través de ella llegamos al conocimiento. La segunda vía, de la opinión, es en la que Parménides agrega a su argumento sobre el cambio, y plantea que todo lo que nosotros percibimos como cambio es a través de los sentidos, y como no podemos confiar en los sentidos porque estos engañan, todo lo que percibimos es una ilusión, no forma parte de la realidad.
Ahora que hemos visto el argumento de Parménides sobre el cambio, presentaré mi contra argumento. Considero que lo más conflictivo en el argumento de Parménides es la concepción indirecta que brinda sobre el tiempo. Si la realidad no tiene un inicio ni un final y si no se puede cambiar, entonces ninguna acción que realicemos en el mundo de los sentidos tendría alguna repercusión en el futuro, no solo de nosotros, sino del mundo, del universo. Dichas repercusiones serían para Parménides solo una ilusión de nosotros los mortales, una aseveración a la que llegaríamos por la vía de la opinión. Pero me parece que incluso el método deductivo se vería afectado cuando las repercusiones de, usemos como ejemplo el cambio climático, lleguen a nosotros con consecuencias irreversibles. Además, si nada puede nacer, así como nada puede morir, podríamos interpretar que no importa lo que pensemos, hagamos o digamos nunca podríamos cambiar lo que somos; y dado que en ningún momento podemos elegir quién somos, indirectamente podríamos interpretar que nunca podremos ser lo que queremos ser, estamos predeterminados no solo a ser lo que somos, sino a vivir una realidad única y preexistente. Me parece además sumamente conflictiva la idea de la imposibilidad de injerencia de los entes a la realidad, ya que si bien no toda la historia de la humanidad ha sido una “evolución” indiscutiblemente ha sufrido transformaciones que han repercutido no solo en la realidad del ser humano sino también en la naturaleza, por lo que negar el cambio me parece una idea que se ve obligada a ignorar demasiadas variables para proponer una verdad absoluta. Mencionando esto, mantengo que el argumento de Parménides sobre la imposibilidad del cambio deja pasar por alto un aspecto fundamental de si mismo. Dicho aspecto es que para que ocurra el cambio no necesariamente debe haber una transformación completa del ser, ya que de primera instancia pueden ocurrir cambios internos de menor magnitud que posteriormente se verían reflejados en un cambio en la estructura fundamental del ser, una repercusión que cambiaría sus características y por ende la percepción sensorial y racional del mismo.
De este problema se deriva otro, que lo encontramos en el corazón de la filosofía de Parmenides, que es “lo que es/hay” y “lo que no es/hay”. Ya que desde mi perspectiva, esto nos podría llevar a cuestionar cómo se han creado todas las innovaciones con las que contamos hoy en día; se podría contra argumentar que Parménides diría que “lo que hay” siempre ha existido y todas las innovaciones han sido solo una ilusión o simplemente otro uso que le damos a la materia ya existente, pero dichas ilusiones han cambiado completamente cómo se relacionan los entes entre ellos y en general cómo funciona el mundo, pero aún más importante, han cambiado cómo pensamos y percibimos el universo, inclusive a través de la razón. La mayoría de las innovaciones son tecnológicas e intangibles y están validadas a través del pensamiento deductivo, por lo que el cambio es innegable.
Es un tanto incierto profundizar más en los conceptos que plantea Parménides ya que no poseemos su obra completa, pero definitivamente su aportación a la filosofía y metafísica son innegables. Por otro lado, pienso firmemente, que sus conceptos nos pueden llevar a una pasividad e incluso un conformismo con la realidad que poseemos. Es por ello que encuentro el argumento de Heráclito sobre el cambio más oportuno.
Contrario a la creencia común, no es simplemente porque las ideas de Heráclito son opuestas a Parménides, sino porque, desde mi punto de vista, el punto débil de la filosofía de Parménides es su uso de conceptos absolutos, que hacen muy complejo que podamos aplicar su filosofía a la vida.
En el argumento de Heráclito encontramos dos conceptos fundamentales para entender su filosofía. El primero es “el flujo universal”. Tomando en cuenta el flujo como un cambio continuo en todo lo que nos rodea. Una interpretación de esta idea sería plantear que no todo está en constante cambio, pero el cambio de algunas cosas hace posible la continua existencia de otras cosas. Heráclito lo representa con el fuego: siempre cambiante pero siempre el mismo.4 Tomemos como ejemplo una sociedad; para que una sociedad prevalezca es necesario que sus habitantes logren adaptarse a todos los cambios a los que posiblemente serán sometidos. Por lo que podríamos concluir esta idea planteando que lo constante es el cambio, y lo que permanece es el devenir. Sin embargo, el concepto de flujo universal trae consigo un problema, ¿cómo podemos saber si todo está en constante cambio? Heráclito responde a través del “Logos”, definiéndolo como una verdad objetiva e independiente que no se ve afectada por nada ni nadie. Además, postula que la única forma de llegar al “Logos” es a través de la razón y lo hace planteando que no podríamos descubrir los límites del alma, aunque hayamos recorrido todos los caminos.5 Aquí encontramos una similitud con el pensamiento de Parménides, en el que plantean, de formas distintas, que la verdad no es accesible para todos, pero Heráclito pensaba que eran los mismos humanos los que no querían llegar a la verdad.
El segundo concepto clave de la filosofía de Heráclito es el de La unidad de los opuestos donde postula que el ‘ser’ y el ‘no ser’ son uno mismo, o, dicho de otra forma, que para que exista ’lo que hay’ debe existir “lo que no hay”.6 Una forma más sencilla de entender este compuesto es comparando los conceptos que utilizamos día a día, como lo son la salud y enfermedad, la noche y el día, tristeza y alegría. Para poder comprender uno, es necesario que exista el opuesto. Se podría decir incluso, que al presentar este argumento Heráclito siembra las bases de lo que hoy conocemos como dialéctica.
Dicho concepto también se ve reflejado en su planteamiento sobre la justicia en el que plasma que la justicia es disensión, lucha, inclusive podría traducirse como guerra.7 Solo a través de la continua disensión entre los seres, incluso entre la naturaleza, podremos alcanzar la armonía.
Irónicamente, el concepto del flujo continuo planteado por Heráclito es una contradicción que él mismo resuelve con la unidad de los opuestos. Considero que el cambio que percibimos a través de los sentidos es en si la repercusión de un constante cambio en las ideas que rigen nuestra realidad. Experimentamos el devenir de una forma constante y continua. El flujo continuo en si se convierte en una realidad capaz de adaptarse a las necesidades de los entes. Esto no es necesariamente positivo, y lo podemos ver en la industrialización y el sistema económico actual. Una serie de intereses revolucionan el mercado y cambian la forma en la que vemos el mundo. Nuestra realidad se adapta entonces a un mundo en donde el ser está dispuesto a otorgar su alienación para satisfacer una aprobación que él mismo creó y la única forma de poder cambiar la realidad que percibimos es transformando nuestros intereses. Por lo que se podría concluir que el cambio fue el precursor del devenir, pero dicho cambio también es el responsable de mejorar o empeorar el devenir. El tiempo lineal al que estamos acostumbrados se ve entonces afectado, porque recibimos la ilusión de que el cambio constante es un presente infinito, incapaces entonces de lograr alcanzar el devenir deseado.
Es innegable la repercusión que estos argumentos planteados hace más de dos mil años tienen en el mundo actual; su manera de comprender el mundo ha sido capaz de traspasar la barrera del tiempo. Entender estos conceptos nos ayuda a tener un pensamiento más crítico no solo sobre el cambio, sino sobre la vida. El cambio no es simplemente un acto natural, sino una constante necesidad que motiva al universo a la armonía, o al caos. Estar conscientes del devenir que estamos construyendo nos ayudará a no seguir cometiendo los mismos errores que han marcado a la humanidad. Es crucial replantearnos constantemente las ideas que rigen al mundo y que damos por sentado, ya que, a menos de que como plantea Parménides, el ser sea inmutable, podríamos estar destruyendo lo que conocemos como realidad.
Bibliografía
Cohen, M., Curd, P., Reeve, C.D.C. (2011) Fourth Edition “Readings in Ancient Greek Philosophy”.
Graham, E. (2019) Stanford Encyclopedia of Philosophy “Heraclitus”
Contacta al autor: cesarmartinezvilchis@gmail.com
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gran pieza