Cuestionamientos sobre la Paradoja de Menón y la Teoría de la Recolección
David Adjm ∙ 10 min de lectura
Propósito personal: Dilucidar sobre la solidez argumentativa de la paradoja de Menón y de la teoría de la recolección como solución a esta.
En este ensayo, voy a argumentar cómo a mi entender, la teoría de recolección no resuelve satisfactoriamente la paradoja de Menón, y de la misma forma, aportaré mis propias ideas sobre la solidez argumentativa de estos conceptos. El criterio para elegir esta temática es develar lo que en mi opinión son contradicciones y fallas lógicas en este intercambio, que es mi pensamiento que deben ser cuestionadas por el estudiante de filosofía para acercarse a encontrar su propia verdad.
Procederé a plantear el intercambio entre Sócrates y Menón, citando, interpretando y cuestionando lo que a mi criterio son las debilidades argumentativas, explicando y ejemplificando donde corresponda los cuestionamientos de cada tesis, así como posibles fallas en mi propia argumentación.
Entonces, comenzaré por el principio, planteando la célebre la paradoja de Menón, donde Sócrates parafrasea a Menón diciendo:
“No es posible al hombre indagar lo que sabe, ni lo que no sabe. No indagará lo que sabe, porque ya lo sabe; y por lo mismo no tiene necesidad de indagación; ni indagará lo que no sabe, por la razón de que no sabe lo que ha de indagar.” [Menón 80e]
Mi primera objeción con la teoría de la recolección como respuesta a la paradoja de Menón, es que no se cuestiona el planteamiento de esta. Y es que, en mi criterio, esta paradoja tiene fallas de origen, pues resulta muy tajante, asume que el saber es una cuestión binaria, es decir, que una cosa se puede solamente saber en su totalidad o no saber en lo absoluto, sin punto intermedio. Al no poder indagar, se nos impide la posibilidad de saber algo parcialmente y de poder aprender más sobre algo que ya se sabe. Esto reduce todo a un panorama dualista y determinista. O sabemos todo o no sabemos nada sobre las cosas.
O sabemos lo que las cosas son absoluta e integralmente, y ya llegamos al límite del conocimiento, o no sabemos qué son para nada, y no tenemos la menor posibilidad de descubrirlas. La realidad, desde mi punto de vista, no funciona de esta manera. Los campos del saber humano consisten en un descubrimiento gradual, en un proceso evolutivo, donde cada vez y poco a poco se sabe un poco más que antes, nunca asumiendo que ya se sabe todo sobre algo, y reconociendo que ya se sabe algo de la materia.
Por ejemplo, las matemáticas. Se podríamos plantear un primer grupo que consiste en casi toda la gente, que sabe algo de matemáticas, digamos, sumar y restar. También, existe otro pequeño segundo grupo de personas que estudian la frontera de las matemáticas, y saben mucho más que los neófitos. A saber, sería incorrecto decir que el primer grupo no sabe nada de matemáticas, ni que el segundo grupo lo sabe todo.
Como contraargumento, tal vez el recuerdo que significa la recolección (o reminiscencia) refuta este determinismo de forma tácita o expresa. Si fuese así, entonces es más bien mi propia comprensión la que quedó corta y no supe identificar estas ideas en el texto.
Siguiendo con Menón, Sócrates procede a refutar directamente la paradoja con la teoría de la recolección, que se ilustra en los siguientes fragmentos:
“En cuanto a las personas son sacerdotes y sacerdotisas, que se han propuesto dar razón de los objetos concernientes a su ministerio. Es Píndaro y otros poetas; me refiero sólo a los que son divinos. Dicen que el alma humana es inmortal; que tan pronto desaparece, que es lo que llaman morir, como reaparece; pero que no perece jamás.” [Menón 81b]
“El alma todo lo ha aprendido, puede, recordando una sola cosa, a lo cual los hombres llaman aprender, encontrar en sí misma todo lo demás… En efecto; todo lo que se llama buscar y aprender no es otra cosa que recordar. Ninguna fe debe darse al tema, fecundo en cuestiones, que propusiste antes; porque no es cosa agradable dar oídos sólo a hombres cobardes.” [Menón 81d]
Me parece que el núcleo de este galimatías radica aquí, pues Sócrates nunca establece, y por lo mismo nunca queda bien claro lo que significa “buscar” ni “aprender”, pues son desestimados de inmediato (incluso llamando cobardes a quienes no están de acuerdo), y reemplazados por “recordar”, aportando como única evidencia la inmortalidad del alma, y este argumento a su vez sustentado en lo que dicen los sacerdotes y sacerdotisas y los dioses y poetas glorificados. No aporta razón lógica alguna para la base que soportará su teoría. Esto dificulta mucho el análisis pues nos deja, como filósofos del sigo XXI muy desprotegidos para darle continuidad sus ideas.
Además, es mi pensamiento que los mitos y las supersticiones no tienen cabida en un argumento filosófico. Aclaro que, en su contexto, estas explicaciones eran totalmente satisfactorias, Menón las acepta sin contratiempo, pero ¿no habíamos pasado ya a estas alturas del mito al logos?
Siguiendo con el análisis, el argumento de la recolección tampoco me convence como una solución a la paradoja de Menón, pues desde mi perspectiva, no la refuta del todo, sólo parcialmente. La refuta en el aspecto de que, si el alma lo sabe todo y lo que pensamos como aprender es sólo recordar, entonces sí podemos indagar en lo que ya sabemos mediante el proceso de recolección.
Pero, por otro lado, se podría decir que la valida, pues siguiendo su lógica, para el segundo argumento, referente a que no podemos indagar sobre lo que no sabemos, entonces, si es verdad que ya lo sabemos todo, pero que no lo recordamos, se podría interpretar que estaríamos reafirmando lo dicho en la paradoja: la adquisición de nuevo conocimiento sigue siendo imposible, pues el conocimiento siempre ha estado ahí en nuestra alma. Es un grave lío epistemológico que merece un estudio aparte.
Explorando un poco este tema, ¿no es exactamente lo mismo aprender que recordar? ¿Cuál es la diferencia práctica de no saber algo o de haberlo olvidado? Ya sea que hagamos un acto de aprendizaje, o de recolección, el conocimiento no estaba en nuestra mente consciente en ninguno de ambos casos. ¿Qué me importa si nunca supe dónde estaban las llaves o si simplemente olvidé dónde las dejé? Sea uno u otro el origen de mi falta de información, ¿qué diferencia hace? Esto nos deja en un lugar peor, con más preguntas que respuestas, pues esto abre una caja de pandora semántica: ¿Qué es saber? ¿Qué es conocer? ¿Qué es aprender? Y peor, no hace distinción alguna entre dos tipos de olvido, el primero donde somos conscientes de este, y el segundo donde no lo somos. Nunca aclara, al menos en esta obra, esta cuestión, en mi pensamiento tan importante.
Es mi opinión que es fundamental establecer la diferencia entre saber lo que no se sabe contra no saber lo que no se sabe. Así, la falta de definiciones en este diálogo resulta en un desastre epistemológico que da cabida a un gran número de interpretaciones y cada quien potencialmente entenderá algo diferente.
Cambio de tema y continúo. Me parece también cuestionable respecto a la teoría de la recolección el hecho de que cuando Sócrates pretende demostrarla, lo hace empleando el método Socrático con el esclavo de Menón. Sócrates plantea que, a pesar de nunca haber recibido formación en trigonometría y matemáticas, el esclavo es capaz de descubrir en su alma nociones de estas ciencias. Expondré un breve fragmento de este intercambio.
“Sócrates: esta línea, que va de un ángulo a otro, ¿no corta en dos cada uno de estos espacios? Esclavo: sí. Sócrates: ¿no ves aquí cuatro líneas iguales que encierran este espacio? Esclavo: es cierto. Sócrates: mira cual es la magnitud de este espacio. Esclavo: yo no lo veo. Sócrates: ¿no ha separado cada línea de las antes dichas por mitad cada uno de estos cuatro espacios? ¿no es así? Esclavo: Sí.” [Menón 82c]
Y con este intercambio, Sócrates convence a Menón:
“Sócrates: ¿pero sacar la ciencia de su propio fondo no es recordar? Menón: sin duda. Sócrates: ¿no es cierto que la ciencia, que tiene hoy tu esclavo, es preciso que la haya recibido en otro tiempo, o que la haya tenido siempre? Menón: sí.” [Menón 86a]
En mi criterio, los cuestionamientos de Sócrates al esclavo se quedan muy cortos al pretender defender que el esclavo hubiese poseído ese conocimiento desde siempre, pues casi todas las preguntas que hace Sócrates al esclavo son altamente sugestivas, siendo respondidas casi todas con afirmaciones o negaciones simples que no demuestran de forma contundente la posesión de este conocimiento de antemano. Mi conflicto con esta mayéutica es que un cuestionador suficientemente hábil podría, mediante preguntas cuidadosamente formuladas, guiar a cualquier persona a afirmar cualquier cosa.
En este pasaje me queda muy claro que Sócrates sabe de trigonometría, y tiene la habilidad para hacer las preguntas correctas para encausar al esclavo hacia el aprendizaje. Lo que no me queda demostrado en ningún momento es cómo o por qué este conocimiento estuvo siempre en el alma del esclavo. Me parece más bien que todo este conocimiento fue descubierto “sobre la marcha” gracias a las hábiles preguntas del interrogador, no recuperado de una memoria perdida.
Finalmente, Sócrates regresa a indagar sobre la virtud y nos habla sobre los métodos de hipótesis que emplean los geómetras:
“Permíteme indagar, a manera de hipótesis, si la virtud puede enseñarse, o si se la adquiere por cualquier otro medio.” [Menón 86e]
Esto, a mi criterio parecería desestimar la misma teoría de la recolección, porque, ¿acaso no una hipótesis es propia de un proceso de descubrimiento más que de recolección? Pues la hipótesis es una conjetura hecha a partir de un razonamiento deductivo, no de un proceso de intentar acceder a una memoria olvidada. ¿Dónde quedó la validez de la recolección en este caso?
Conclusión: Pienso que después de haber llevado a cabo este ensayo, no terminé en un mejor lugar respecto a responder con seguridad si la teoría de la recolección es la solución definitiva para la paradoja de Menón. Actualmente, por lo antes expuesto creo que no, sin embargo, como lo plantee, considero que el estudiante de filosofía nunca debe considerar que ya sabe algo en su totalidad, y que se llegó al límite del conocimiento. Socráticamente, ser conscientes de nuestra ignorancia.
También pienso que todo análisis hecho por un filósofo o estudiante de filosofía del siglo XXI, si bien necesario es muy injusto, pues partimos, sin saberlo de conocimiento basado en los clásicos, asimilado e inculcado a lo largo de centenas de generaciones, así como del desarrollo científico, física y neurociencias que nos han esclarecido muchas de estas confusiones y que ahora son conocimiento popular.
Dicho esto, me pareció muy interesante el concepto de la recolección, que ha sido planteada de formas similares como la visión Budista de la reencarnación, la teoría del inconsciente colectivo Jungiano, y el descubrimiento moderno de la entidad que llamamos el inconsciente. Esa parte de nuestra mente que escapa a nuestro auto-diálogo, o que simplemente olvidamos, quedando difusa en el fondo al enfocarnos en la inmediatez. La introducción de este concepto facilitaría mucho para esclarecer varios de estos callejones sin salida a los que nos llevan Menón y Sócrates. También, el concepto de la sugestión, donde ideas y conceptos a los que somos expuestos quedan ocultos en el inconsciente y “olvidados”, resurgiendo por sí mismos más tarde y de forma oportuna. Platón tal vez hubiera llamado a esto recolección.
Concluyo también, a partir de este diálogo, que el método socrático es un arma de doble filo, pues tiene el potencial de ser un excelente método de enseñanza, pero usado viciosamente puede guiar a la desinformación, chantaje y manipulación al encuadrar la conversación hacia donde un hábil interrogador quiera llegar, independientemente de la búsqueda de una realidad más objetiva.
Palabras finales: Considero, sobre todo ahora, que la gente, más allá de que estudie o no filosofía, haga labores de investigación y reflexión. Creo que muchos de los problemas del mundo se derivan de la falta de estas actividades. También, por lo expuesto, no creo en la imposibilidad de la adquisición de nuevo conocimiento, ni que nuestra alma ya lo sepa todo y estemos en un proceso de remembranza, ni en que estas teorías estén sean del todo antagónicas. Más allá de eso, lo valioso, me parece, es haber reflexionado sobre estas posibilidades, con la mente más abierta en función de mis mejores capacidades. Valoro, también, el aprendizaje adquirido y la consciencia de mis carencias y curiosidad en profundizar los estudios sobre Sócrates, Platón, y epistemología.
Bibliografía
Patricio de A. (1871). Platón, Obras completas, tomo 4. “Menón”. Madrid.
Contacta al autor: david.adjm@gmail.com
1 Comment
Siento que mi falta de conocimiento me dificulta comprender este ensayo, por lo poco que pude entender… ¿Podría existir una dualidad entre saber o no saber?. Contrario a lo que uno de mis psicólogos favoritos “Damián Bucay” y Menón piensan, creo que los “puntos intermedios” son verdaderamente útiles y a la vez son una buena representación de la imperfección humana.