Aquel que desafió a a la muerte
Juan Manuel Arriaga Aguilar ∙ 9 minutos de lectura
I. Introducción
Hay ciertos eventos que la mayoría de las personas damos por hecho en base a nuestra experiencia en el mundo como la aparición de flores en primavera, los efectos de la ley de gravedad, el placer que provoca beber un poco de agua bajo la sombra en un día caluroso o incluso algunas que parecieran ser más simples como que la vida es buena y la muerte es, al menos a veces, mala para los que mueren, y en este sentido algo que les "perjudica". Este último razonamiento parece revelarnos que no hay otra manera de pensar en la muerte, sino como algo que inevitablemente nos hará daño. En este ensayo presentaré los principales argumentos que ofrece el pensamiento epicúreo a la tesis del daño para defender que la muerte no puede afectarnos de ninguna manera.
Es comprensible que de alguna u otra forma hablar de la muerte nos provoque temor, tristeza y termine por hacernos sentir incómodos o angustiados, lo cual no es el objetivo de este trabajo. Para explicar de manera coherente los argumentos epicúreos a la tesis del daño será necesario contar con un plan que nos permita desarrollar el tema y si así lo queremos, comprender y pensarnos a nosotros mismos desde diferentes perspectivas.
En la primera parte del ensayo voy a definir lo que podría constituir morir, es decir, la relación entre la vida y la muerte, así como también la relación que existe entre lo que somos al momento de morir, para por último enunciar la tesis del daño y su defensa principal. A continuación, daré una breve introducción a Epicuro, influyente pensador de la Grecia antigua clásica y expondré la manera en cómo, en base a su filosofía, ha logrado desafiar el planteamiento de la tesis del daño. La parte central seguirá con una interpretación argumentativa por parte del autor, sosteniendo la filosofía de Epicuro que nos invita a dejar de temer en lo absoluto a la muerte, pues esta no está presente mientras nosotros lo estemos. Para la cuarta parte voy a explicar algunos contraargumentos al pensamiento epicúreo con un breve análisis y discutiré sus principales debilidades. Por último, daré algunos comentarios finales y ofreceré una conclusión.
II. ¿La muerte afecta al que muere?
Distinguir entre lo vivo y lo muerto parece una tarea sencilla pero la realidad es que podemos entender esto de diferentes maneras, por ejemplo, la muerte donde los procesos internos vitales que permiten el funcionamiento biológico de las partes se detienen y no permite más la vida al individuo, podemos entender esto como una “muerte de proceso”. Otra manera en la que solemos pensar a la muerte es a la muerte como evento, es decir como al momento mismo en que se han perdido todas las propiedades y capacidades de un ente biológico funcional haciendo desaparecer el último rastro de vida, que podemos llamar “muerte de desenlace”. Finalmente podemos incluir el “umbral de muerte”, que es un lapso determinado de tiempo en el cual el término de la vida es inminente, no existen recursos para detener o hacer reversible el proceso de muerte. La muerte puede ser entendida como un hecho o evento, como un proceso de pérdida de funciones o cómo un punto dónde la extinción no tiene retorno.
Es importante determinar aquello que es víctima de la muerte, para esto hay tres puntos de vista principales: El animalismo, que dice que somos animales humanos (Snowdon 1990, Olson 1997, 2007). El mentalismo, que dice que somos mentes (que pueden o no tener la capacidad de autoconciencia) (McMahan, 2002); y el personismo que dice que somos criaturas con autoconciencia determinadas por características psicológicas y las relaciones entre ellas (Locke 1689, Parfit 1984).
No existe un planteamiento original para la tesis del daño, pero la formulación de este argumento es sencilla: La muerte es, al menos a veces, mala para los que mueren, y en este sentido algo que les "perjudica”.[1]
Defender la tesis del daño implica recurrir a alguna versión del comparativismo como Feldman 1991. Según el comparativismo, la muerte de una persona puede dañarla en la manera en que nos priva de “futuros posibles” ya sea que estos tengan implicaciones negativas o positivas en el sujeto y que de estas implicaciones resulte “una buena o una mala vida”, esto de acuerdo con la sumatoria de su dolor y placer a lo largo del tiempo. De esta manera un comparativista otorga más valor a una larga vida llena de experiencias y sensaciones positivas que a una vida corta o peor aún corta y trágica. Desde este punto de vista asume entonces que la muerte es un daño en sí mismo ya que termina con nuestra posibilidad de nuestros “futuros posibles”.
Si la vida está determinada por un evento trágico y cruel como lo es la muerte, podemos asumir entonces que la vida podría ser trágica en sí misma. No es sorpresa que Epicuro fuera uno de los primeros en querer derrotar este argumento.
El hombre que desafío a la muerte.
"Epicuro, hijo de Neocles y Queréstrata, era un ateniense de la deme de Gargetto y el linaje de los Philaïdes, como dice Metrodoro en su ‘Sobre las familias nobles’. Las fechas del nacimiento de Epicuro y de su primer translado a Atenas son, pues, 341 a.E.C. y 323 a.E.C. respectivamente...” Este es un fragmento descrito por Diógenes Laercio del siglo III E.C en su obra Vidas de filósofos eminentes, una recopilación de información sobre las vidas y doctrinas de los filósofos de la Grecia clásica donde también destaca que después de una serie de viajes en lo que hoy es la costa de Turquía, Epicuro regresó a Atenas dónde permaneció hasta su muerte en el año 270 a.E.C, a la edad de setenta o setenta y un años.
Diógenes Laercio conserva tres de las cartas de Epicuro a sus discípulos en las que presenta sus puntos de vista de manera concisa y práctica logrando ofrecer un resumen de la ética epicúrea que será central para nuestro estudio.
En su carta a Meneceo, Epicuro ofrece algunos desafíos a la tesis del daño: “La muerte..., el más terrible de los males, no es nada para nosotros, ya que, cuando somos, la muerte no viene, y, cuando la muerte viene, no somos.” Explicado de otra manera, Epicuro argumenta que, si la muerte daña al individuo que muere, entonces debe existir un sujeto que es dañado, un daño evidente y un momento en el que se recibe ese daño. Dado que la muerte sucede a la vida, tenemos dos posibles soluciones: La muerte daña mientras el sujeto está vivo o bien después. Si optamos por la primera -mientras el sujeto vive- nos encontraremos con el problema del daño ya que al parecer la muerte parece no afectarnos de ninguna manera mientras estamos vivos. Ahora, si elegimos la segunda opción nos toparemos con el problema del sujeto, ya que suponiendo que no existimos después de morir, no queda nadie que pueda sufrir un daño, además de encontrarnos con el problema de señalar un daño que podría acumular una persona inexistente.
Argumentando que no existe una solución coherente para las tres cuestiones, Epicuro rechaza la tesis del daño.
Nada de lo dicho excluye la posibilidad de que la muerte nos afecte mientras ocurre. De la misma manera sólo existen dos formas para esto, podríamos decir que la muerte se produce sólo después de existir, esto nos dejaría con la extraña consecuencia de asumir que entonces los eventos póstumos pueden afectarnos. Lo cual nos dejaría de nuevo con el problema de un sujeto inexistente para ese momento. Por otro lado, podríamos afirmar que la muerte es instantánea y ocurre demasiado rápido para afectarnos.
Los epicúreos carecen de un argumento convincente contra la posibilidad de que la muerte y sus efectos se superpongan en el tiempo y que por esto no puedan refutar la tesis del daño, aun así, en ambos casos tenemos un sujeto, un daño y un tiempo: El sujeto de la muerte es un ser vivo que soporta los efectos en el mismo momento en que el ser muere.
(I) El argumento de la Simetría
Lucrecio un seguidor de Epicuro, ofrece otro intento en demostrar que el estado en el que nos pone la muerte, la inexistencia, no es malo: “Mira hacia atrás en el tiempo... antes de nuestro nacimiento. De este modo, la naturaleza tiene ante nuestros ojos el espejo de nuestro futuro después de la muerte. ¿Es esto tan sombrío, tan lúgubre?” (Lucrecio 1951). El argumento es claro, ya que no objetamos ni nos preocupamos por nuestra experiencia antes de nacer, es irracional hacerlo del mismo modo con la muerte.
Interpretación argumentativa
El pensamiento epicúreo trata a la muerte como la posibilidad de una experiencia que hasta entonces, nunca nos dañará y al mismo tiempo, cuando el momento llegue, nosotros pasaremos a no-existir, por tanto, no experimentar.
1.- Sólo nos puede dañar lo que podemos experimentar.
2.- Cuando la muerte es, dejamos de experimentar.
C.- La muerte no nos daña.
Epicuro nos invita a dejar de temer de la muerte pues esta no afecta nuestras vidas de ninguna manera y toda angustia generada por este hecho, no es más que un miedo irracional.
Contraargumentos
Hay otras líneas de pensamiento que defienden la idea de que, por el contrario, la tesis del daño puede ser válida si se piensa desde otra perspectiva. Es por eso que me parece importante revisar algunas de ellas y ofrecer un breve análisis al respecto.
(I) Eternalismo
Según los eternalistas (Feldman 1991), la muerte es algo que siempre es mala para mí y mis intereses, entonces ésta me hace daño mientras esté vivo y mientras esté muerto, incluso antes de existir. Claro que esto asume que cualquier evento que me dañe, será eterno. La primera vez que caí contra el suelo al intentar andar en bicicleta sigue haciéndome daño y lo hará mañana según esta posición.
Esta postura parece ofrecer más preguntas que respuestas asumiendo que la muerte es incluso antes que mí mismo y me está dañando permanentemente. Es absurdo pensar que Koby Bryant participó durante toda su vida y fue dañado, hasta el día de hoy, por ese accidente aéreo.
(II) Concurrentismo.
Algunos concurrentistas como Julian Lamont (1998), afirman que la muerte nos daña en el preciso momento en el que sucede. En la manera en que es un evento que llegará con seguridad para despojarnos de cualquier otra posibilidad en el futuro y entonces supondría que la muerte puede dañarnos incluso después.
Es preocupante pensar que algo puede dañarnos de manera póstuma. Otro gran problema, por supuesto, es que para cuándo esto suceda no quedará nada de nosotros que pueda experimentar este daño.
III. Conclusión
Ha sido importante seguir con una estructura que nos permita estudiar apropiadamente temas que pueden ser controversiales y delicados como este, sin embargo, pudimos echar un vistazo a la filosofía de Epicuro que funciona como un fármaco para un dolor que es inexistente e irracional, pero que, sin embargo, muchos de nosotros pareciera que nos esforzamos en ignorar, e incluso a olvidar, haciendo de nuestra existencia una angustia permanente.
Epicuro nos invita a exprimir la vida como un limón, pues no es lamentable el hecho de morir en sí mismo, sino el hecho de morir sin haber vivido genuinamente, intensamente.
Notas
[1] Steven Luper, Death (Stanford, CA: The Metaphysics Research Lab Center for the Study of Language and Information Stanford University, 2019), Pág. 19
https://plato.stanford.edu/archives/win2019/entries/death/
Bibliografía
Luper, Steven, "Death", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Winter 2019 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <https://plato.stanford.edu/archives/win2019/entries/death/>.
Feldman, F., 1991. “Some Puzzles About the Evil of Death,” The Philosophical Review, 100: 205–27; reprinted in Fischer 1993, 307– 326; [Reprint available from the author] (in PDF)].
Lamont, J., 1998. “A Solution to the Puzzle of When Death Harms its Victims,” Australasian Journal of Philosophy, 76: 198–212.
Locke, J., 1689. An Essay Concerning Human Understanding.
Lucretius. 1951 On the Nature of the Universe. Latham, reg. trans., Penguin Classics.
McMahan, J., 2002. The Ethics of Killing: Problems at the Margins of Life, New York: Oxford University Press.
Olson, E., 1997. The Human Animal, Oxford: Oxford University Press.
–––, 2007. What Are We? A Study in Personal Ontology, Oxford: Oxford University Press.
Parfit, D., 1984. Reasons and Persons, Oxford: Clarendon Press.
Snowdon, P.F., 1990. “Persons, Animals, and Ourselves,” in C. Gill, ed., The Person and the Human Mind: Issues in Ancient and Modern Philosophy, Oxford: Oxford University Press.
Contacta al autor: ajuanmanuel170@gmail.com