La resignificación de las experiencias cotidianas a través del análisis estético
Luis Leonardo Cortés Pichardo∙ 10 minutos de lectura
En el presente ensayo se responderá la pregunta, ¿Cómo cuestiona Yuriko Saito la visión parroquial del arte con su estética cotidiana? La postura crítica de Saito impacta significativamente al campo de la filosofía estética, provocando una descentralización de la estética al eliminar el monopolio del campo artístico, lo que, en consecuencia, deriva en dos puntos clave.
La primera se relaciona directamente con la percepción del objeto artístico, al considerar o incluir otras características estéticas más allá de lo convencional, el objeto artístico adquiere otras dimensiones. Al prestar atención al lugar donde se exhibe, el contexto bajo el cual se crea y la idea principal que hay detrás de la pieza artística, entre otras consideraciones.
Lo segundo nos permite detenernos y reevaluar qué aspectos cotidianos son dignos de un análisis estético, a preguntarnos, ¿cuántas situaciones, momentos y experiencias cotidianas pasamos por alto y, sin embargo, serían dignas de un análisis estético? Con ello incluso se nos da la posibilidad de resignificar nuestras vivencias cotidianas, otorgándoles un mayor peso y profundidad, lo que nos permite cambiar el modo en que las experimentamos.
En la primera parte de mi ensayo, se explica qué es el arte institucionalizado para comprender con mayor profundidad el pasaje crítico de Saito, donde genera reflexión acerca de la centralización que sufre el análisis estético, en la segunda parte se habla sobre su concepto de "visión parroquial", posteriormente se proporciona una interpretación de este y se incorpora tanto a Paul Kristeller, como al enfoque formalista para argumentar la importancia de la selectividad e institucionalización que hasta ahora ha caracterizado al campo artístico. En la cuarta parte se critican los argumentos de Saito y las posibles áreas de mejora dentro de su respectiva postura. Por último, complemento con mi pensamiento original, presentando mi postura sobre lo que deberíamos considerar para definir si vale la pena realizar un análisis estético, sus criterios y qué posibles beneficios trae dicho análisis.
Para entender con mayor profundidad la postura de Saito, previamente tenemos que entender qué es el arte institucionalizado. Este concepto se refiere a toda aquella validación del arte por parte de las academias, los críticos, museos y demás instituciones, las cuales se han encargado de establecer los criterios sobre qué se considera arte y qué no.
Saito (2001) nos dice que la estética no necesariamente se limita a objetos especiales (como hasta ahora se ha considerado), sino que, se determina por nuestras actitudes y experiencias, por lo tanto, se entiende que cualquier cosa sentida o percibida podría ser un objeto digno de análisis estético, sin embargo, incluso en las ocasiones donde se llega a considerar algo ajeno al campo del arte esto mismo termina siendo comparado o se habla de qué tan cerca o lejos está de ser considerado arte, enfatizando nuevamente su postura.
Saito (2001) denomina a esta limitación impuesta por el arte como "visión parroquial", con ello, critica la forma en que las instituciones han reducido el análisis de las experiencias estéticas sólo a los objetos artísticos, dejando fuera experiencias estéticas de gran valor. En segundo lugar y por consecuencia limita el alcance de las cuestiones estéticas al estar exclusivamente relacionadas con el arte y que sólo por pertenecer a ese ámbito se amerita el análisis teórico, discriminando a todo aquello fuera del mismo.
Este sistema ha condicionado nuestras percepciones sobre el arte y la estética, otorgando validez sólo a ciertas expresiones, mientras que deja fuera a otras manifestaciones no relacionadas al campo artístico, generando un espacio exclusivo y selecto que termina alienando al resto de objetos o experiencias que no encajen con sus respectivos requisitos, en consecuencia se nos impide percibir la riqueza estética en la vida diaria, reforzando la idea de que solo el arte reconocido merece atención.
Es por esta razón que muchas de las experiencias estéticas cotidianas yacen en el olvido, sin consideración ni interés por aquellos autores reconocidos. Y, si bien algunas de las experiencias estéticas sí que han sido analizadas, son solo aquellas que permanecen en un ámbito exclusivo y reducido a situaciones específicas, tales como: rituales, ceremonias, deportes o eventos que ocurren en ocasiones especiales, lo cual, nuevamente nos lleva a reducir el campo estético, pues son ocasiones que pasan con muy poca frecuencia, por otro lado, muchas de las experiencias cotidianas que atravesamos en el día a día están llenas de sensaciones vívidas. Basta con detenerse y dejarse llevar por la situación, respirar hondo y gozar de aquellos momentos cotidianos, que, aunque parecieran monótonos y repetitivos, siempre guardan diferencias entre sí, puedo caminar todos los días por la misma calle durante un lapso de 20 minutos, sin embargo, el clima de cada día será distinto, las personas con las que me atraviese, la ropa, mis zapatos, la música que escuche en ese momento o el sonido del claxon de aquel carro con prisa por llegar a su destino.
En el ensayo El sistema moderno de las artes, Paul Kristeller estudia el sistema subyacente a toda la estética moderna, el cual, es de origen reciente, tomando forma apenas en el siglo XVIII. A lo largo del texto expone diversas clasificaciones sobre qué puede considerarse arte, muchas de ellas con puntos en común, las cuales sirvieron para estructurar conceptualmente el campo artístico y facilitar su estudio y apreciación (Kristeller 1951). No obstante, este mismo sistema también condujo a la institucionalización del arte, limitando el alcance del análisis estético, un punto que más adelante sería cuestionado por Yuriko Saito.
Del mismo modo y bajo el enfoque formalista del arte (surgido a principios del siglo XX), considera que existen criterios que deben cumplirse para realizar un análisis estético. Se habla de criterios formales orientados a la parte técnica de las obras de arte, colores, formas, simetría, ritmo, etc. Por otro lado, las no-formales hablan del contexto externo de la obra, historia, intenciones del artista o circunstancia social bajo la cual se crea (Zangwill 2010).
Dicho marco no funge sólo como una ideología alienante, sino que cumple un papel fundamental al establecer una serie de parámetros, mismos que, permiten catalogar qué es y qué no es arte, lo que tiene un valor estético profundo y aquello que es simplemente una experiencia sensorial pasajera, ya que, si eliminamos esa distinción, ambos campos acabarían trivializados.
El arte se ha considerado como una manifestación excepcional de la creatividad humana, caracterizada por sus intenciones estéticas y una serie de factores que le brindan contexto y profundidad a la pieza artística, el hecho de transmitir un mensaje específico, su originalidad, su complejidad y su intención de ser arte, son cualidades propias de la misma. Si eliminamos esta distinción y dejamos que cualquier experiencia sensorial pudiese considerarse digna de análisis estético, provocaría una crisis, el arte perdería su posición y con ello, lo que busca transmitir, su relevancia y carácter distintivo.
Sin estos parámetros el arte se encontraría con el problema de la subjetividad y arbitrariedad, al carecer de criterios compartidos habría una desvalorización, su capacidad de generar discursos y reflexiones dentro de la comunidad también se acabaría. En ese sentido, las instituciones y sistemas de validación han desempeñado la tarea de filtrar lo que se considera arte, circunstancia que, para el desarrollo del pensamiento estético, permitió una consolidación del arte como una disciplina con normas y parámetros reconocidos.
Saito hace su crítica a la visión institucionalizada del arte, bajo su concepto de “visión parroquial”, donde toda estética cotidiana se deja fuera de las consideraciones de análisis estético, con ello, busca poner bajo el reflector a aquellas experiencias de nuestro día a día, sin embargo, ejerce sólo una crítica, no llega a proponer los criterios bajo los cuales se podría establecer la consideración de qué vale la pena someter a un análisis estético y qué no. Al omitir tal aspecto, pudiera interpretarse que, toda sensación o experiencia puede ser digna de un análisis estético, por otro lado, tampoco habla mucho acerca de qué beneficios traería dicho análisis. Por lo tanto, podríamos decir que se queda a mitad de camino, sin embargo, deja la puerta abierta para que otros reflexionen y complementen su postura.
Pero entonces, ¿qué debemos considerar para decir que vale la pena realizar un análisis estético? Y, ¿qué beneficio nos traería analizar aquellas vivencias estéticas cotidianas? Vivimos en una sociedad que se declina por la inmediatez, la superficialidad, que vela por la producción constante a consecuencias del sistema económico en turno (capitalismo), donde pareciera que tenemos prisa por vivir, forzando nuestro comportamiento a acciones aceleradas con la finalidad de producir, lo que en consecuencia nos ha privado de la posibilidad de detenernos y ver las cosas con calma, de disfrutar los momentos cotidianos, que al pasarlos por alto, no nos damos cuenta de lo bellos y estéticos que pueden llegar a ser.
Lo estético se traduce a todo aquello que podemos percibir a través de la conjunción de los sentidos, y que, además, no necesariamente tiene que ser agradable o bello, por lo tanto, hablamos de experiencias meramente subjetivas, sujetas a las capacidades sensoriales de cada persona, ya que, aquellos con problemas sensoperceptivos, no podrían llegar a experimentar de la misma forma una experiencia estética tal y como lo haría una persona con estas capacidades en perfectas condiciones.
Dicho lo anterior, basta que la experiencia vivida sea significativa (emocionalmente) para el sujeto, esto sería uno de los pasos para comenzar a considerarse con valor para ser analizada, cada individuo tendrá razones válidas basadas en sus experiencias, contextos, capacidades sensoriales y cómo estas impactan en su comprensión del mundo y de los hechos y, en consecuencia, las emociones que esto produce, si a alguien le parece emocionalmente significativa su experiencia de ir en el transporte público de regreso a casa, entonces nos abre una puerta, nos da la pauta para detenernos a reflexionar qué implica esa experiencia y otorgarle el análisis que amerita.
Atendiendo a la segunda interrogante, el principal beneficio que puede brindarnos el análisis estético es otorgar una mayor profundidad a nuestras experiencias y vivencias cotidianas, a través de esto, permitirnos resignificar nuestras experiencias, nuestros objetivos y los medios por los cuales nos movemos para obtenerlos, y con ello podríamos aprender a disfrutar de esos momentos únicos y en consecuencia acercarnos más a un bienestar mental.
Aún respetando la subjetividad, es necesario establecer una serie de criterios para discernir qué situaciones podrían catalogar para un análisis estético, de lo contrario, estaríamos incurriendo en el mismo error que Saito al no establecerlos. Estos criterios no buscan excluir experiencias, sino darles un marco que evite que todo se considere automáticamente estético. Si cada vivencia se tomara como válida solo por ser personal, el análisis perdería profundidad y sentido. Con esto, no se busca una visión cerrada como la del arte tradicional, sino de mantener un enfoque abierto pero reflexivo.
Los criterios que propongo serían cuatro: primero, el anteriormente mencionado, que es que la persona catalogue la experiencia como significativa emocionalmente (lo cual dependerá mucho de cada persona). El segundo criterio, sería la multisensorialidad, es decir, que involucre la mayor cantidad de sentidos y no uno o dos como aislados. El tercero sería la coherencia perceptiva, determinar la relación entre los elementos ya sea de modo armonioso o caótico pero entendido como un todo y no elementos aislados dentro de un escenario específico. El último criterio es la contextualidad personal, esto referido a su relación con el entorno y la historia personal del sujeto. Con esto no se busca un estándar formal o universal, ya que entendemos que la estética no debe ser algo externo o impuesto, sino que surge desde adentro, desde la vivencia y su marco situacional singular.
Conclusión
Al cuestionar la “visión parroquial del arte”, Saito enfatiza en el reconocimiento de las riquezas estéticas que se encuentran en lo cotidiano, sin embargo, deja sin criterios de selección para establecer qué podría ser un análisis estético. En ese sentido, mi propuesta se articula en cuatro pautas: la significación emocional, la multisensorialidad, la coherencia perceptiva y la contextualidad personal, respetando la subjetividad e individualidad de cada sujeto. Gracias a esto se evita que cualquier sensación se trivialice como estética.
Con esto entendemos que el análisis estético no es un mero ejercicio filosófico, sino una herramienta que nos permite enriquecer nuestra relación con lo cotidiano, recuperando también la capacidad de asombro por lo que aparentemente es "simple y monótono" en nuestro día a día.
Para todos aquellos que buscan sentido y profundidad en situaciones muy específicas o momentos especiales, quizá podríamos comenzar a considerar lo cotidiano, lo simple, aquellos pequeños momentos que están llenos de estética, y lo mucho que tienen que aportarnos.
Bibliografía
Kristeller, Paul Oskar. 1951. “The Modern System of the Arts: A Study in the History of Aesthetics (Part I).” Journal of the History of Ideas 12, no. 4 (October): 496–527. https://doi.org/10.2307/2707484.
Saito, Yuriko. 2001. “Everyday Aesthetics.” Philosophy and Literature 25, no. 1 (April): 87–95.
Zangwill, Nick. 2010. “Un formalismo estético viable.” Bajo palabra. Revista de filosofía 2, no. 5: 79–98.
